zondag 22 mei 2016

Arte belga en Bellas Artes Buenos Aires

James Ensor, musica
Con sus 10.000.000 habitantes, diseminados sobre un exiguo territorio al que se atraviesa tan solo en cuatro horas de ferrocarril expreso, la Bélgica flamenco y valona, a la vez latina y germánica, presenta, en la actualidad como en el siglo XVI, el espectáculo de un país palpitante de vida. Tiene la mayor densidad de población que existe en el mundo. Lo habita el mismo pueblo turbulento, activo, expansivo, ardiente a la vez en el placer y en el trabajo. En una palabra, un pueblo pleno de temperamento.



Esta Bélgica ha sido siempre el campo de batalla de Europa, la palestra donde las grandes potencias rivales acuden periódicamente para dirimir sus querellas. Es este un peligroso honor al que Bélgica renunciaría de buen grado. Porque es su aspiración servir de vínculo de unión entre las grandes democracias que son sus amigas naturales, como lo ha demostrado bien en 1866 aquel Emilio Banning que fue su diplomático más grande. 
'Tierra experimental, microcosmo de Europa',  ha dicho a veces al hablar de ella. País de encrucijada, país de tránsito, no solo para las mercancías, sino para las ideas. Su elevado destino es el de ser un día, en un mundo pacificado, un vínculo, un intérprete un clearing espiritual entre culturas a veces antagónicas, pero cuya síntesis armoniosa puede hacer la grandeza de la humanidad.

Este carácter ecuménico de la misión reservada a Bélgica, se encuentra en su arte. Y por consiguiente, sus pintores, sus escultores tienen los pies sólidamente asentados sobre la gleba natal. Pertenecen a su terruño. Por consiguiente, que no se pretenda, por ejemplo, que Rubens, para citar solo al más ilustre de nuestros maestros, no hubiera sido lo que fue uno de los pintores más grandes de todos los tiempos, sin su viaje a Italia, sin la influencia de Renacimiento, sin sus embajadas en Inglaterra y en España, sin el intercambio que sostuvo con los más grandes franceses en su época. Este robusto flamenco, fue una verdadera fuerza de la naturaleza, pero iluminado por el destello latino. 
Raramente, sobre un espacio de tierra tan estrecho, se ha visto nacer tantas eminentes, prosperar tantas escuelas. Brujas, Tournai, Lieja Gante..Amberes, Bruselas, 

Nos es suficiente afirmar que la escuela belga moderna, si ella es menos conocida que la francesa, no deja de figurar  entre las más ricas de Europa. Al margen del impresionismo, resistiéndose hasta con una especie de voluntad feroz, un Laermans o un Jakob Smits, introducen en la pintura un elemento humano, un patetismo que Van Gogh, nacido en Holanda, pero formado en Bélgica, no olvido jamás!


.../...Louis Pierard. diputado, encargado de Misión por el Gobierno Belga para la organización de la exposición Arte Belga Moderno en el Museo Nacional de Bellas Artes Buenos Aires, 1946

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